viernes, 23 de diciembre de 2011

Te moríste, simplemente moríste, no hubo una enfermedad, no hubo indicios que pudieran hacer pensar que estabas en riesgo de morir, andar con malas compañías o alguna de esas cosas de los postadolescentes, solo pasó como a muchos, un mero y repentino accidente, nadie lo esperaba, te fuíste a divertir y no hubo un regreso, no hubo una despédida, nada, solo un dejo amargo, no en el sabor de la boca, sino en el alma, en el corazón, un sentimiento que arruga y carcome, no tuve oportunidad de tratarte mucho, sin embargo no era necesario conocerte muy a fondo para darse cuenta que eras una gran persona. Cualidades, muchas, pero había una que en lo personal me enternecía, eras totalmente desapegado a lo material, seguida de otras tantas, humilde, compartido, amistoso... Recuerdo tu caminar, un vaivén, tus facciones aún de niño ocultaban todavía mas tu edad, ocupabas esa parte especial en cada uno de nosotros.

Esta mas que entendido que desde ahora no podremos ver la vida de la misma forma, no habrá una platica que te mencioné sín que se oprima el estomago, no pasarás desapercibido en lo cotidiano, las computadoras, los videojuegos, las platicas del internet... Los recuerdos, la bicicleta en la que venías con la mochila y la consola del videojuego dentro, las ocasiones en las que nos visitaste ¿Que será de nosotros sin tí? ¿Dónde y cuando te encontraremos? No tengo mucho que escribirte Alejandro, solo que te fuíste al otro lado de la línea que muchos se reuzan a cruzar, ahora no irradias luz, ahora eres luz, nos soltaste las manos y ha sido un golpe descomunal para todos, te extrañamos, te extraño y te agradezco profundamente me hayas dado la oportunidad de conocerte y compartir algunos momentos de tu vida, duerme el sueño eterno de esta vida, descansa Alejandro, descansa en paz querido Orangután...


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