Hace veintiún años pasaba por esa esquina que los mismos vecinos habían vuelto un basurero, justo era la temporada en que más problemas había en casa, estamos hablando que era mil novecientos ochenta y ocho, era octubre, para ser exacto, siete de octubre eran casí las ocho de la noche y hacía un frío mas ó menos como el que hace ahorita, oí tú llanto al igual que mí hermano, era un llanto suplicante y lástimero, nos acercamos al basurero incluso sin importarnos el meternos un poco en él y, ahí estabas dentro de una bolsa, la cúal tenía rastros de sangre dentro !que poca madre! por que la gente tiene tan malos sentimientos arrojar a un animalito indefenso a la basura, a su suerte y con este frío, estabas recién nacido tús ojos cerrados y temblando sin cesar...
No mamá va a ser chiquito, además estaba en el frío se iba a morir, pobrecito, mirelo, andele mamá ¿si? mientras hacía la labor de convencimiento, mí hermano había salido a buscar una mamila pequeña para alimentarlo, al fín mí mamá te acepto y te quedaste con nosotros.
En poco tiempo estabas jugando conmigo y lo más gracioso es que tus orejas eran tan grandes que cuando corrías, en ocasiones las pisabas y rodabas por lo largo del patio, te dabamos rebanadas de jamón y corrías con ellas hasta abajo de las camas para devorartelas, así paso el tiempo y crecimos a la par, para nada fuiste el "pequeñito" que en un principio le había asegurado a mí mamá que serías, todo lo contrario eras mas grande que un perro promedio y muy gracioso por cierto, me acuerdo de aquella ocasión en que vino aquel amigo de mís hermanos a la casa con su esposa y su bebé estaba mí hermana platicando con ellos y tú veías atento al bebé, de repente y sin darnos cuenta mí hermana te acariciaba y tu estabas patas pa´rriba en las piernas de ella, como sí fueras un bebé, mí hermana solo te empujó diciendo "´ora tu pinche perro loco" ja,ja,ja, fue tan gracioso que no puedo evitar reír al contarlo, siempre me defendías cuando mís hermanos querían pegarme y aún recuerdo los golpes que te llevabas por ello.
Eras un mugrosote, no te gustaba bañarte la primera vez que tratamos de hacerlo, te resistías y al ver que no podías zafarte usaste el plan mas descabellado que incluso a cualquier persona le parecería ridículo, te tiraste al piso fíngiendo un desmayo, pero ní así te salvaste y te dimos un baño en el cual acabamos bañandonos junto contigo. te entristeció cuando mí hermana se caso y se fue de la casa, claro, ella fue tú mamá adoptiva, se notaba que la extrañabas y más aún en la forma que odiabas a mí cuñado, no lo dejabas ní mover cuando estaba en la casa, dos que tres veces lo alcanzaste a morder y el odio era mutuo.
Llegarón los sobrinos y junto con ellos los juegos las correteaderas que dabas cuando jugaban con las pelotas, recuerdo aquella vez en que olvidarón la vaca de peluche y tu la adoptaste, un día en la noche me despertaste (ja, dormías todas las noches a mí lado), te levantaste y empezasté a usmear en el cuarto, me causo gran curiosidad ver que buscabas con desesperación algo, cuando al fín lo encontraste subiste a la cama y me causo curiosidad ver que era, cuando me fijé tenías entre tús patas delanteras y mordías con gran firmeza... la pequeña vaca de peluche, despues de eso dormiste como cuando eras un cachorro.
Los años pasarón y no fuerón en balde, poco a poco ibas perdiendo fuerza en tús patas traseras, debido a la enfermedad esa, que solo le daba a los caballos ó a las reumas, no lo sé, hasta que un día cuando jugabas con los sobrinos te caíste de manera estrepitosa y tú hocico golpeó el suelo con fuerza, tú pata delantera se inflamó, los días siguientes no te levantabas, solo estabas en el lugar que habíamos acondicionado para tí, hasta que dejaste de comer y la diarrea te descomponía cada vez mas, una inyección basto y detuvo tú corazón, no podías más y nosotros tampoco, no puedo evitar extrañarte y recordarte en estas fechas de manera mas insistente... el que alguna vez postró su hocico en mí rodilla y me miro a los ojos mientras mís lágrimas escurrian, como sí compartierás y entendieras mí dolor... el que corría conmigo y me defendía de mís hermanos aunque me haya mordido por equivocación, ahora miro mí mano y aun llevo esa cicatriz como recuerdo... de mí mascota, de mí compañero de juegos, de mí mejor amigo, de mí hermano, del más perro defensor que en la vida he tenido, aun estas conmigo, aun te recuerdo... aún cuidas de mí.
Es una historia conmovedora, alegre y divertido. ahora soy una gran admiradora tuya. me gustan tus narraciones.
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